Esto lo viví esta semana. Me tocó desayunar a las 08:00 con mi nieta de 13 años, quien degustaba las tostadas y su jugo de maracuyá con la misma atención con la que se concentraba en una laptop donde su clase de matemáticas parecía un importante ritual grupal mañanero. Su hermano de 11 años lo hacía desde su dormitorio y las tostadas tenían que subir a su cuarto. Su madre era la “inspectora de ambiente” cuando hay llamadas de auxilio. Yo, en mi cabeza, me preparaba para mis labores online, pero siempre evito que pantallas de cell estén en el comedor.