El poder que fue capaz de asesinar a un candidato a la Presidencia de la República y que luego tuvo la fuerza suficiente para asfixiar políticamente a un gobierno democrático hasta crear una crisis constitucional, es hoy el que nos ha llevado a un estéril enfrentamiento con un país hermano.

Y es que la reciente crisis diplomática con México no es sino eso, una prueba más de las dimensiones del poder del narcotráfico. Todavía hay ecuatorianos que no tienen claro esto. Podemos debatir sobre los aspectos jurídicos de lo sucedido –y está bien que lo hagamos– y discutir sobre lo que pudo hacerse para evitar la crisis, pero lo que no podemos soslayar y menos ocultar es el hecho de que el motor que nos ha arrastrado a este abismo es el poder de los carteles y el de sus aliados tanto externos como criollos. Ese error no lo podemos cometer. Ya lo cometimos cuando por años nuestra dirigencia, con pocas excepciones, toleró que el narcotráfico penetre en nuestra sociedad y el Estado. En un cuadro que debe llamarnos a la reflexión por su simbolismo, hoy guardan prisión en la cárcel de mayor seguridad del país un jerarca del Partido Social Cristiano, otro jerarca del correísmo, como es Glas, algunos narcos y un implicado en el asesinato de Fernando Villavicencio. Es un cuadro trágico, ciertamente.

Conflicto Ecuador-México encontraría en el seno de la OEA un diálogo para restaurar las relaciones políticas

Daniel Noboa califica de ‘traición a la patria’ a comentarios que sugieren que México podría declarar la guerra a Ecuador por la captura de Jorge Glas en la embajada

Ecuador y México son parte de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (2003). Allí los estados expresaron su convencimiento “de que la corrupción ha dejado de ser un problema local para convertirse en un fenómeno transnacional” y asumieron una serie de obligaciones internacionales para combatir este flagelo. La Convención de la OEA sobre Asilo Diplomático (1954) expresamente prohíbe a los Estados miembros a conceder asilo diplomático a personas que ya estén procesadas por delitos comunes (art. 3). La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (1980) manda que los tratados deben ser cumplidos de buena fe (art. 26), es decir, deben ser interpretados de forma razonable y guardando lealtad para con sus fines. Así lo ha reiterado la Corte Internacional de La Haya. La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961) enumera las funciones que tienen las misiones diplomáticas (art. 3) y define a los “locales de la misión” como aquellas edificaciones utilizadas para tales funciones (art. 1). Y es a tales edificios a los que les concede inmunidad (art. 22). Es decir, la inmunidad que se otorga a los locales de las misiones tiene por objeto facilitar el eficaz desempeño de sus funciones diplomáticas. Hay un intenso debate sobre si la inmunidad diplomática es ilimitada o si existen restricciones a ella. A la luz del derecho internacional las violaciones de México son incuestionables. La manipulación de sus obligaciones internacionales fue grosera. Involucrado en el caso Odebrecht, a Glas la justicia ecuatoriana lo ha procesado por ladrón. Y el Gobierno mejicano lo sabía perfectamente. Pero más pudo el poder del narcotráfico que parece gobernar a esa nación que acatar el espíritu y la letra de los tratados. Si lamentable fue lo decidido por Ecuador, más grave habría sido doblegarse ante el crimen organizado. Cualquiera que sea nuestra posición ante esta crisis, no debemos olvidar que ella es hija del narcotráfico. Y que no será la última. (O)