Eran tiempos difíciles para el Ecuador. A los periodistas muchas coberturas nos daban miedo, otras nos dejaban sumidos en una tristeza profunda. Enfrentamientos a bala, secuestros, muertos, presos, era lo que registrábamos a diario. Se acabó la isla de paz. Los informativos se teñían de sangre y dolor con una frecuencia inusitada. Vivíamos una guerra no declarada entre la Policía y las Fuerzas Armadas y grupos armados irregulares.

De pronto y en medio de este contexto recibí la visita de una pareja de colombianos quienes denunciaban que la Policía había detenido y desaparecido a sus dos hijos, menores de edad. No había mayor información. Era una historia extraña e incompleta. Los colombianos, desesperados por la ausencia de sus hijos, visitaban los medios de comunicación para visibilizar la desaparición y obtener una respuesta del Gobierno y la policía que no se daban por aludidos sobre el tema. Pese a la insistencia, no había respuestas. Sin embargo, extraoficialmente empezaron a circular rumores que apuntaban a que la pareja de colombianos eran mafiosos. Se trataba de desacreditarlos. Muchos de mis colegas periodistas creyeron esa información.

No fue mi caso. Yo siempre sentí que hablaban la verdad y decidí apoyarlos. Recuerdo con claridad a Luz Elena, la madre de Santiago y Andrés, en su lucha interminable por encontrar a sus hijos. La recuerdo partida por el dolor. Su tono de voz subía cuando me contaba los pormenores de la investigación que no avanzaba.

A su lado, estaba Pedro, quien con el dolor a flor de piel, trataba de contenerla. Lloraban los dos y muchas veces yo también, impotente de no poder ayudarlos más.

Tras varios años, se confirmó sus denuncias. Varios policías fueron sentenciados. Pero seguían burlándose de estos padres desesperados.

Una campaña busca recaudar fondos para ayudar en gastos médicos de Pedro Restrepo. Foto: Tomado de página web de recaudación de fondos

‘Él no para de luchar por respirar, por recuperarse’, campaña busca costear gastos médicos de padre de los hermanos Restrepo

Recuerdo haber recibido una denuncia anónima en la que se me informaba que Doris Morán, una de las mujeres policías acusadas, quien estaba detenida, salía todos los días de la cárcel a una panadería. Tras varios días de investigaciones con Dagmar Thiel confirmamos la denuncia. Era verdad.

Poco después, tras un lamentable accidente de tránsito, Luz Elena partió al lugar donde estaban sus hijos, donde seguramente estarán en un abrazo eterno. Quedó Pedro y su pequeña María Fernanda, quienes han dado un ejemplo al mundo de que el amor nunca muere. La lucha continúa, al igual que la búsqueda de los cuerpos y por ello no hay descanso. Los entiendo.

Hace diez años murió mi hijo Juan Pablo en un accidente de tránsito. No hay receta que calme mi dolor. Me da paz saber que vivió a plenitud sus veinte y dos años. También me da paz ir a su tumba y conversar con él mientras cuido las plantas y flores que cubren sus restos. Esto Pedro no lo puede hacer, pese a que han pasado más de 30 años de la detención, tortura y desaparición de sus hijos.

El dolor ha marcado su vida y hoy su salud está muy deteriorada y requiere de cuidados especializados. Para cubrir los costos que son altos, su hija María Fernanda ha iniciado una campaña de solidaridad.

Pedro nos ha dado a los ecuatorianos lecciones de vida, valentía y amor, hoy es el momento de permitirle una vida digna en sus últimos días.

Apoyemos a la familia a través de un depósito en la cuenta de ahorros 5402574200 del Banco Pichincha, a nombre de María Fernanda Restrepo Arismendi. (O)