Dos eventos de repercusiones mundiales se realizaron en las últimas semanas. El primero fue la reunión de los Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), asociación que a partir de enero conformarán once países. Y el segundo, la reunión del G77, grupo que ahora se ha ampliado a 134 miembros, a los que se suma China. La característica común de estas dos reuniones internacionales fue la ausencia de Gobiernos del Occidente industrializado y sus aliados.

El Sur Global es un concepto ambiguo, no necesariamente geográfico; describe a las sociedades nacionales que experimentaron procesos de colonización y de marginalización en los mercados mundiales, y que comparten una serie de vulnerabilidades históricas originadas en la forma como el poder internacional se constituyó. Es una idea que ofrece connotaciones políticas y que reemplaza a la noción de “países en vías de desarrollo”. Su génesis puede encontrarse en la noción de Tercer Mundo, producida en la Guerra Fría, en donde el primero de esos mundos era Occidente industrializado; el segundo, los países del desaparecido bloque soviético; y el tercero, la periferia.

El caso es que, luego de la Guerra Fría, el Sur Global adquiere más importancia política que durante el enfrentamiento Este-Oeste. No se trata solamente de mayor presencia política, sino además económica. El PIB de esos países crece en términos relativos, la demografía también, y las capacidades industriales, autonómicas y aun militares son muy diferentes ahora que a finales del siglo XX.

El Sur Global, sin embargo, no es homogéneo. No es un grupo cohesionado ni una asociación comercial. Por el momento es solamente un concepto clasificatorio, pero eso no significa que no haya intentos de representarlo y también de construirlo como bloque político (Brics, G77). No solo eso: las potencias mundiales, y de ellas la más proactiva es China, entienden que se trata de un terreno indispensable para definir la distribución de poder en el orden internacional contemporáneo.

China tiene un proyecto estratégico, la nueva ruta de la seda, que supone una política global de inversiones para potenciar la infraestructura y vincular esos países con su territorio y mercado. Políticamente se cuestiona la idea de que China sea parte del Sur Global, pues es la segunda economía y la tercera potencia militar del mundo. De todas maneras, todos los escenarios mundiales de encuentros de países periféricos son respaldados por Beijing. La construcción identitaria de ese Sur pasa por su diferenciación deliberada respecto del Norte Global, que es la manera de concebir al Occidente industrializado y sus aliados.

La guerra de Ucrania ha significado el regreso de la geopolítica. El heterogéneo y amorfo Sur Global tendrá posicionamientos diversos. En el caso de América Latina, es probable que, independientemente de la ideología de sus gobernantes, la opción de no alineamiento con un bloque o potencia en particular sea escogida por muchos países para mejorar sus opciones y capacidad de negociación, pero habrá tentaciones y más de una oferta —como diría don Vito Corleone— difícil de rechazar. (O)