Para qué reiterar que el año 2023 será complejo si la insistencia por sí misma no resuelve nada. Resultaría más interesante trazar posibles escenarios para que los decisores mejoren su lectura de la realidad con intervenciones tempranas, antes de que se queme el pan.

En ese orden de ideas, la consulta popular podría tener varios resultados. El más favorable le colocaría al presidente Guillermo Lasso en un mejor momento en términos de la orientación política que demanda la población, sin embargo, una victoria no significa limar asperezas con la Asamblea ni tampoco contener las arremetidas en su contra por parte de la Revolución Ciudadana y el Partido Social Cristiano (PSC), cuando también de manera intermitente las alas discrecionales de Pachakutik y la Izquierda Democrática. Entonces, una posible ganancia de la consulta aligera pesos, pero no corrige la joroba.

El segundo escenario es que la consulta popular tenga unas de cal y otras de arena, es decir, que el Ejecutivo se alce el trofeo en algunas preguntas y en otras pierda. En ese caso, el Gobierno tendría que testear qué pesa más, por qué y hacia dónde le conduce al país con ese resultado. En el caso de que gane la pregunta que pretende la debilitación del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), debido a la intención de quitarle la facultad de designar autoridades, la cosa no quedaría ahí, pues a futuro el reto mayor es un mejor diseño institucional en un contexto sin partidos políticos y, además, en una elección que se vota por los nuevos vocales del CPCCS. En otras palabras, para qué favorecer con el sufragio a quienes están en esa papeleta si se quiere matar a este Consejo.

Tampoco se vislumbra una gobernanza entre los diferentes niveles de Gobierno que tanto bien le haría al país.

Si el Gobierno pierde la consulta, la situación está próxima al despeñadero. La única carta, antes de los tres años, es la muerte cruzada, pues el bombardeo de la oposición será con misiles de largo alcance y efectividad comprobada. En cualquiera de los tres escenarios, si el Ejecutivo no se juega más por lo social, es decir, la atención permanente a los segmentos pauperizados, los nuevos y los que históricamente no superan esa condición, la calle se vendría con más fuerza como espacio de disputa política, no solo por parte de los movimientos indígenas, sino del grueso de desempleados y quienes no encuentran sentido y peor pertinencia para quedarse acá.

Respecto de las elecciones locales, sin que aún se conozcan los resultados, es que emergerán alianzas antinatura, se reproducirán choques de fuerzas políticas, testeos de candidaturas y experimentos del marketing electoral como laboratorio para la contienda del 2025, pues desde las ciudades se recrea una gran relación con los ciudadanos y esa base es oro en polvo para cualquier presidenciable. Los equilibrios regionales son vitales en términos de lo que significaría la continuidad o no del PSC en Guayas, la fragmentación en Pichincha y la desidia en Quito, la reelección del actual alcalde en Manta, la elección en Cuenca y en Santo Domingo. Tampoco se vislumbra una gobernanza entre los diferentes niveles de Gobierno que tanto bien le haría al país. (O)