Cuenta en El Principito su autor que las personas mayores solo se contentaban si les hablaba, entre otras cosas, de política. Como la serpiente privó a la humanidad de la maravillosa vida de su criatura, esta no pudo saber si la política serviría para algo bueno y no únicamente de tema de plática de los adultos. Si hubiera sobrevivido, quizá podría pensar en qué hacer para que no haya hombres de negocios como el de la obra, que poseía 501′622.731 estrellas, que no compartía con nadie. Podría haber entendido que, creando las condiciones necesarias, habría muchísimas personas semejantes al farolero que conoció, que no se ocupaba exclusivamente de sí mismo, sino de otras cosas: cuando encendía su farol era como si hiciera nacer una estrella. Habría visto tal vez a la política como instrumento de esa lluvia fecunda.

El gran dramaturgo Bertolt Brecht decía que el peor analfabeto es el analfabeto político, porque no participa en los acontecimientos políticos; no sabe que el costo de la vida, el precio del pan dependen de las decisiones políticas; que se enorgullece diciendo que odia la política; que de su ignorancia política nace el menor abandonado y el peor de todos los bandidos: el político trapacero, corrupto y servil.

Algunos le temen al pueblo. Estaban tranquilos cuando había que saber leer y escribir para votar y mantenían así a los pobres. Aún más, dictaron leyes para que tengan ese derecho solamente los pudientes (ellos). Los indígenas, los negros estaban excluidos de la política. También las mujeres, como en la antigua Grecia. No les gusta ver en las calles a los que protestan; quisieran que se queden en el páramo, en la postal folklórica, en los mercados para comprarles los víveres, que sigan trabajando para ellos. ¡Cuánto darían para devolverlos a la plena servidumbre de antaño!

Pero tienen mecanismos de control. Para que el pueblo vote y no elija. Tienen la campaña sucia, el miedo que infunden, el boicot cuando gana el no deseado y brega por el bien común más de lo que le permiten. Tienen al Estado con sus fuerzas de seguridad, los jueces y las cárceles, para que los insolentes ocupen su puesto. Tienen los pactos entre los aparentes adversarios a fin de “salvar a la patria”.

Es menester reivindicar la política, que muchos políticos ensucian. Es posible construir una sociedad de ternura...

Tienen las leyes. La Constitución reconoce el derecho ciudadano a revocar el mandato que dio a los elegidos, mas los legisladores crearon una normativa que coarta ilegítimamente el ejercicio de ese derecho. Manipulan el derecho a ser consultados: bueno cuando es de interés del gobernante y su estrecho círculo de representantes; malo cuando la sociedad activa lo ha impuesto. No acatan o se rebelan contra las consultas previas a las comunidades para la explotación minera o de petróleo. Prefieren la forma oligárquica de Estado, donde gobiernen directamente o a través de mandatarios que reinen pero no posean, como el rey del cuento de Exupéry.

Es menester reivindicar la política, que muchos políticos ensucian. Es posible construir una sociedad de ternura, donde seamos como el Principito y el zorro, que se domestican mutuamente y se hacen responsables el uno del otro. (O)