En el mes de octubre se realizará en Bogotá un encuentro auspiciado por las Naciones Unidas, NN. UU., sobre religión y conflictos en el que espero poder participar. Quiero aprender de distintos voceros cómo se ven y cómo ven la influencia de las religiones en los diferentes conflictos.

Actualmente se lleva a cabo el Congreso Eucarístico en Quito con miles de personas involucradas, y he vuelto a pensar en el tema a partir de las afirmaciones del papa Francisco en su visita a países asiáticos: no impongan su fe a nadie.

¿En este país sometido a la violencia, al escándalo, y la incertidumbre de un futuro cercano en manos de electores desorientados, tienen algo que decir los fieles de diferentes religiones?

Amenazas a la democracia

Cívica

A priori para nosotros, en general, saber que una persona es muy “religiosa” o representante de alguna religión nos lleva a pensar que serán conciliadores o pacificadores. Realidad bastante lejana. Recuerdo cuando en septiembre de 2021 hubo el primer motín carcelario con centenas de reclusos asesinados durante el gobierno de Guillermo Lasso y él me preguntó qué pensaba si una autoridad religiosa muy reconocida formaba parte de una comisión de pacificación. Respondí que una persona sea autoridad religiosa no garantiza que sea capaz de intervenir en la gestión conflictos. En el caso concreto, la persona mencionada tenía una enorme experiencia en tender puentes y escuchar y su aporte podría ser fundamental. Pero no es lo mismo ser religioso que ser pacificador. La historia nos muestra cientos de conflictos originados en creencias religiosas, los más evidentes las cruzadas, las guerras relacionadas con la esclavitud, las guerras talibanes, sin olvidar la inquisición, la quema de mujeres consideradas brujas, la ejecución de Hipatia, el aniquilamiento de indígenas, y muchos otros hechos vergonzosos de nuestra historia común. Más bien la religión es un agravante de los conflictos.

El hermoso y galardonado documental Promesas, del 2001, hizo el seguimiento durante cinco años de siete niños palestinos y judíos y su manera de ver el conflicto entre sus dos comunidades. Da pistas para entender la casi imposibilidad de abordarlo desde el ángulo religioso. Una de las escenas que más recuerdo es la de un niño palestino con la llave en una mano mostrando a un niño judío que el terreno y la casa que había en ese lugar pertenecían a su familia porque así constaba en el registro de propiedad, y el niño judío respondiendo casi ingenuamente: No es así, porque en la Biblia Dios dice que esta tierra la entregó en herencia para siempre a nuestros padres.

Y no olvido las cruces y símbolos religiosos o biblias que acompañaban a los jefes de grupos delictivos en las visitas a los diferentes centros carcelarios. Se encomendaban a ellos antes de sus fechorías. Uno de ellos me dijo que estaba preso porque al robar un carro no puso en él la Biblia.

Por eso, no basta ser fiel de una religión, ni imponer la manera personal de comprender y ver el mundo poniendo a Dios de garante, para que haya paz. Si la conducta no cambia, si la religión es un amuleto que nos da respuestas prefabricadas en vez de inquietudes justificadas, a lo que vemos, pensamos y nos preguntamos, poco aportaremos a un cambio positivo. (O)