Un tipo de metro noventa y por lo menos 250 libras, ceño fruncido y voz grave. Es el perfil de una persona con la que casi cualquiera evitaría tener un conflicto. Con dicha descripción, es difícil pensar que un sujeto tal pueda ser amedrentado por un escuálido adolescente. Pero así fue.

Pensando en retirarse en la playa, se mudó a un pintoresco pueblo de nuestras costas, e invirtiendo sus ahorros, montó su restaurante. A las pocas semanas, el joven mensajero llegó solicitándole el respectivo pago por protección.

Es así como el sueño de jubilación de este emprendedor restaurantero terminó, casi sin haberse iniciado, viendo una buena parte de sus ahorros perdidos en un abrir y cerrar de ojos. Es así como se perdieron seis puestos de trabajo recién generados. Es así como se está perdiendo el país. Este es solo un caso, el más reciente, de una decena que he escuchado. Ya no es la excepción, se está convirtiendo en la norma

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El sector sobre el cual nos ocupamos semanalmente debe estar entre el 10 % de industrias más afectadas por la pandemia. Y, sin embargo, fue olvidado por el Estado. Tanto por el Gobierno anterior como por el actual. Muchos restauranteros con los que hablo expresan sana envidia de sus colegas peruanos o colombianos, por el apoyo estatal recibido.

Este sector ha logrado sobrevivir pese al Estado, no gracias al Estado. Sin embargo, lo que está ocurriendo en la era pospandemia pasa de castaño a oscuro. No se trata ya de falta de apoyo financiero al sector, tampoco de que instituciones que se han vuelto una lacra, como por ejemplo la Seguridad Social, obstaculicen sus operaciones. Esto es distinto. Cuando el Estado no logra siquiera garantizar la seguridad física y jurídica de sus ciudadanos y de sus empresas, se convierte en un Estado fallido.

El Gobierno nos ha contado que el problema de seguridad es heredado. Sin duda. Cierto. Pero la lectura de ese testamento fue hace dos años. En ese plazo, no se ha visto un plan, ni acciones que hagan vislumbrar un cambio en el futuro.

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Hace pocos días escuché uno de los poquísimos análisis profundos de la situación, y lo más importante, esbozos de estrategia coherentes, con objetivos claros, para mitigarlo, de parte de Jan Tópic, un experto en el tema, entrevistado por Carlos Vera. Cómo quisiera el sector gastronómico recibir de parte del Gobierno una explicación como la escuchada, oír cómo piensa proteger al sector, cómo piensa evitar que se sigan perdiendo empleos y que este y otros comercios terminen por cerrar.

Varios restauranteros y dueños de bares me han contactado sugiriendo que escriba sobre la seguridad. En gran parte, la razón de ser de mis críticas en esta columna son ellos, los motores del sector gastronómico. Les debía este escrito, puesto que el Estado los ha desamparado.