En Olón, nombre que se deriva de una de las teorías que sostienen que proviene de ‘ola grande’, vienen sucediendo cosas interesantes en lo gastronómico y turístico. Se trata de una comuna de la provincia de Santa Elena tranquila, de clima muy agradable, con una playa extensa, donde se come rico, fresco y barato. Es también el lugar donde algunos migrantes propios y extranjeros han decidido establecerse y han aprovechado para abrir nichos de trabajo.

Olón se resiste a convertirse en una Montañita, conocida por ser un lugar de diversión nocturna, de destacada oferta gastronómica, ruidoso y de excesos, donde se dan cita gente de todo el mundo durante casi todo el año. En cambio, es común ver por las pequeñas calles olonenses familias enteras paseando y pululando entre improvisados negocios de comida.

El sueco Johan Gustafsson en su restaurante Momo, en Olón. Foto: cortesía.

Es común ver negocios de pizzas, panaderías y restaurantes que ofrecen variedad de opciones, y entre ellos está Momo, un restaurante que empezó pequeño en una esquina, pero ahora se vislumbra como uno de los mejores de la zona.

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Son la argentina Anahí Velozo y el sueco Johan Gustafsson, la pareja de esposos propietaria de este local, al que debe hacer reservaciones para poder ingresar tanto en temporada alta como fines de semana. “Nos consideramos ecuatorianos, pero muy adoptados olonenses. Empezamos hace ya cuatro años, un poco inseguros, claro, porque empezar de cero en un pueblo chiquitito nos llenó de muchas interrogantes. Llegamos a una esquinita, alquilamos un local, pusimos cuatro mesitas afuera y adentro cocinábamos. Así empezó un poco esta aventura, porque no sabíamos qué esperar; al inicio trabajábamos la temporada alta y cuando llegaba la época de la garúa, nos íbamos a Suecia a trabajar, porque allá teníamos un restaurancito en un parque nacional, más precisamente en un pequeño puerto donde llegan los veleros y donde se trabaja solo en verano porque es muy al norte de Suecia. Entonces imagínate, normalmente ese mar pasa más tiempo congelado que derretido. Así estuvimos un tiempo, yendo y viniendo, y así hicimos tres temporadas”, dice Anahí.

Momo tiene una capacidad para 60 personas. Foto: cortesía.

El secreto de Momo, dice la argentina, ha sido la publicidad de boca en boca. “Al inicio, la gente llegaba medio desconfiada a esa esquinita así, bien rústica. También porque en cada detalle está nuestra identidad. Era un lugarcito, una esquinita, sabes. Y bueno, con el paso del tiempo empezamos a ver que venía más gente y como no teníamos dónde hacerlos esperar, se quedaban sentados dentro de los carros esperando a que esas mesitas se desocuparan. Entonces dijimos que les debemos un lugar mejor a las personas que nos han apoyado tanto. Así vino el proyecto del Momo más amplio desde diciembre de 2019″.

Un Momo más grande tuvo que enfrentarse a la cuarentena por el COVID-19. “Tuvimos una apertura fantástica, los clientes felices de que les dimos un lugar mejor, más cómodo. Ellos tan lindos siempre nos apoyaron, pero tuvimos que cerrar por la pandemia durante cuatro meses, pero de allí salió otro plan: el deli gourmet, que está al lado de Momo. Hicimos una refacción en el edificio y abrimos y desde entonces no hemos parado”, confiesa Velozo.

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Extranjeros y nacionales, especialmente de Guayaquil, son los clientes y amigos de Momo. Foto: cortesía.

La pareja lleva seis años de relación. Se conocieron en Vilcabamba (Loja), pero Johan lleva once años viviendo en Ecuador. Desde que empezaron con el restaurante no imaginaron que tendría el éxito que goza ahora. “Nos basamos un poco en la filosofía de Momo que es confiar en el ‘de boca en boca’. Realmente sabíamos que funcionaría de esa forma y, como dueños, nos gusta relacionarnos con las personas. Tenemos clientes que ahora son nuestros amigos. Es una pasión, es nuestro espacio, nuestra casa. Vas a ver muchas fotos de nosotros, de los viajes que hemos hecho, nuestros libros están allí. Es un poquito nuestro lugar. Queremos ser los amigos de los amigos los que estamos allí”.

Los comuneros, al igual que en otras poblaciones de la Ruta del Spondylus, han encontrado oportunidades de trabajo. “Nos encanta y espero que les encante a ellos también (ríe Anahí). Realmente nos recibieron muy bien, con mucha confianza y con mucha apertura también. Tal vez somos un poquito extraños para ellos, pero son abiertos. Creo que tenemos una simbiosis con la comunidad dentro de Momo. Es bien chévere, son amigos. Tenemos como empleados a tres argentinos, una española y el resto, 18, son todos olonenses”.

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Especialidad del restaurante Momo. Foto: cortesía.

Las especialidades

Anahí encuentra cierta dificultad en responder si Momo tiene algún plato en especial. El asunto es que no lo tiene. “Es una pregunta superdifícil porque resulta que tenemos un chef que es caprichoso. Entonces, cuando un plato empieza a convertirse en la especialidad de la casa y se comienza a vender mucho, Johan lo saca de la carta y dice hagamos algo nuevo. También depende mucho de los productos que vamos consiguiendo o de lo que los productores nos traen. Conociendo a mi pareja, podría decir que es un gran chef de fusión porque mezcla productos que uno, usando la lógica, no haría. Por ejemplo: durante la última temporada salió con un spaguetti hecho con tinta de calamar en una salsa con coco y azafrán y la proteína eran vieiras con caviar”.

La pangora es uno de los productos que más se venden preparada en sus diversos platos. “Creo que cada cosa que hacemos le metemos mucha pasión. Amamos lo que hacemos y somos muy exigentes con nosotros mismos también. Tanto Johan en la cocina, a la vez que entrena al personal, y quienes estamos afuera en el servicio también vamos en esa dirección. Creo que todo eso se transmite en los comensales y se siente, se vibra. También somos muy detallistas en los sabores, en los emplatados”.

La plantilla de empleados del restaurante Momo. Foto: cortesía.

Planes de expandirse por ejemplo a Guayaquil, de donde son la mayoría de sus clientes y amigos. “Lo hemos pensado. Tuvimos ofertas, pero todavía no. Sí, pero no. Aún está por definirse”.

Johan nunca se dedicó a la cocina. Trabajó en una oficina en su país y cuando se largó a viajar descubrió su vocación. “Yo también soy empírica. Yo estudiaba artes al igual que Johan y cuando también empecé a viajar me interesó esto de la gastronomía, pero del lado de afuera de la cocina. Es decir, de la relación con la gente. Me parece divertido y encontré la barra (desde donde se atiende) como mi espacio y marqué una distancia entre el servicio y la conversación”.

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La argentina Anahí Velozo y el sueco Johan Gustafsson son los propietarios de Momo. Foto: cortesía.

Momo, con capacidad para 60 personas, goza de tener, al menos, 18 o 20 platos fuertes y 15 entre entradas, piqueos sopas y ensaladas. Eso sí, siempre varían. En el deli lo que más se vende son los vinos, los quesos y el chocolate nacional. “Tenemos vinos importados y también de la marca local Hemisferios. Los quesos son 80 % nacionales. Ecuador está produciendo quesos realmente de calidad”, enfatiza Velozo.

Atención

Momo atiende todos los días de 12:00 a 16:00 y de 18:00 a 22:00. El nombre que adoptaron para el restaurante partió casi como de relancina. “Fue un accidente cuando nos topamos con esa palabra. Averiguamos y descubrimos que Momo es un dios griego, también es el rey del carnaval. Su historia dice que es el único dios que fue sacado del Olimpo por mal comportamiento”.

Puede reservar al teléfono 096-892-5314 y cuando vaya, debe llegar hasta la calle Santa Lucía 303 (Olón). En Instagram: @momo.olon.