Hay días (bastante seguidos por cierto) en que me cuestiono si al final de mis días habrá valido la pena tanto sacrificio por los hijos, que si fue mejor dedicar tantas jornadas extenuantes antes que estar recorriendo Europa o Nueva York, que si las prioridades serán las correctas. Sé que el amor por los hijos es ilimitado, pero la paciencia y el desgaste mental y emocional no son menores en momentos en los que queremos hacer todo y sentimos que no alcanzamos lo que proyectamos.

Sin embargo, esta semana un video conmovedor inundó las redes sociales y me hizo pensar en que seguramente el sentido de la ma/paternidad viene por otro lado. Que quizás aquello de que menos es más también se aplica en estos casos.

Lo que callan las mamás: Las mentiras de las madres

Se trata del documental sobre la vida de David Bisbal, a propósito de sus 20 años de carrera artística. En la escena aparece sentado junto a su padre, José Bisbal, intentando -a través de una charla sobre su carrera como boxeador- que logre identificarlo.

Pepe Bisbal padece de Alzheimer y ya no lo recuerda. De su mente se ha borrado todo vestigio de sus hijos, sus nietos y por ratos de su esposa, contó el cantante español en una reciente entrevista. Lo que sigue intacto es el recuerdo de sus triunfos arriba de un cuadrilátero y de que es orgullosamente de Almería. Y son esos instantes de lucidez que Bisbal aprovecha para cobijarse en los recuerdos, como cuando su padre los cobijaba de niño, o en hacerle bromas como le gustaba tanto o en cantarle para conectar con una melodía.

Lo que callan las mamás: nuestra infinita carga mental

Entonces pienso en que vivimos todos los días una maratón para que los niños coman bien, cumplan a cabalidad en la escuela, en los deportes, en el aprendizaje de otros idiomas, cuando lo más importante se reduce a crear recuerdos con ellos por pequeños o simples que resulten. Para que mañana los atesoren en su cabeza cuando mi cuerpo o mi mente se hayan ido a causa de alguna enfermedad.

Lo que callan las mamás: la verdad de la lactancia

Ver a Bisbal tratando de ser reconocido en la mirada de su padre, me hace pensar que es mejor abrazar cuando me gana el agobio porque al final el enojo pasa, pero el recuerdo queda. Y que tal vez es mejor -aunque el tiempo sea corto- soltar la carga con una amiga, con un café o una conversación entretenida. Es más difícil de lo que parece, pero como una promesa conmigo misma intentaré explicar que mamá no tuvo un buen día y que hoy no está tan de ánimo como quisiera. Que la maternidad es dura, pero el amor infinito.

Porque todo cobra sentido cuando un hijo, al final de tus días es capaz de decir algo tan maravilloso como Bisbal a su padre: “Yo sé que tú no te acuerdas de mí, pero yo sí me acuerdo de ti y eso es lo importante. Estás muy guapo, Pepe, te quiero mucho”. (O)