Dos veces a la semana, antes de dirigirse a su trabajo, Jahaira disolvía el polvo de gelatina en agua caliente y, luego, fría la dejaba cuajar durante horas en la nevera. Ya en la tarde, este postre estaba listo para que su pequeño hijo, Lionel, lo disfrutara cuando se le antojara.

Pero su retoño, de 9 años, prefería esperarla. Apenas regresaba a casa, le pedía que le espolvoreara leche en polvo sobre su porción para saborearla. Aunque algunas veces, recuerda, le podían más las ganas y “se adelantaba” con la ayuda de su papá, Daniel.

Han pasado ya cuatro meses desde la última vez que Jahaira y Daniel prepararon el snack favorito de Lionel. Él ya no está. Una bala perdida se le alojó en la cabeza cuando jugaba con sus primos en una piscina inflable, la tarde del 13 de agosto, en la 12 y Oriente, suburbio de Guayaquil.

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Su padre lo tomó en brazos, aún con signos vitales, y lo llevó al centro de salud del Cisne 2. Pero, enseguida, lo trasladaron de emergencia al hospital de niños Francisco de Ycaza Bustamante, en donde murió a los pocos minutos. “Todo está en las manos de Dios, él hará justicia con esa gente”, dice Daniel, la tarde del 14 de diciembre, al rememorar a su pequeño, víctima colateral de la violencia criminal que atemoriza a los ecuatorianos.

455 niños y adolescentes en Ecuador han sido asesinados en 2023

Como Lionel, más de 455 menores han sido arrebatados de sus padres en el país entre enero y septiembre de este año 2023, según los registros de homicidios inintencionales del Ministerio del Interior, publicados en octubre. Y la cifra, lamentablemente, sigue creciendo. Hace una semana, el 11 de diciembre, sicarios, por “equivocación”, acribillaron a cuatro hermanos mientras dormían, en la cooperativa Guayas y Quil 2 del Guasmo sur.

Esta noticia conmocionó al país y ‘golpeó’ nuevamente a los padres de Lionel, quienes aseguran que no necesitaron terapia psicológica, porque encontraron en Dios el refugio, consuelo y resignación para soportar la ausencia de su pequeño: “Dios sabe por qué hace las cosas. Nosotros humanamente no entendemos eso, pero son cosas celestiales, solo Dios sabe por qué permite que sucedan esas cosas”.

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No han denunciado el asesinato de su hijo y desconocen si la Fiscalía ha investigado. El día de su muerte les recogieron su versión y les pidieron los números telefónicos, pero aún no los han contactado. “Tampoco nos interesa. Le repito, eso está en manos de Dios”.

Los victimarios de su pequeño son “gente que viene por otro lado, que quieren apoderarse de la zona por la droga; por eso ni siquiera me he puesto a indagar quién fue, porque el único que puede hacer justicia es Dios, nadie más”. Confían en que Dios castigue a los sujetos que, desde una cuadra antes del sitio donde se bañaban los niños en la piscina, dispararon en contra de un grupo de ‘fumones’ que estaban sentados en la esquina.

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‘La tragedia en el Guasmo es desgarradora’: un recuento de los asesinatos de menores que han alarmado en este 2023

Horas antes, Lionel le pidió a su papá que le diera permiso para ir a la piscina de sus primos, pero él le dijo que no. Se quedó acostado en la cama junto con él, descansando después del almuerzo y jugando en el celular, hasta que de repente se levantó e insistió: “Fue tanta la persistencia que le dije ‘ya, anda’. No pasaron ni cinco, ni diez minutos, cuando escuchamos los balazos. Yo salí corriendo (de la casa), pero ya mi bebé tenía el tiro en la cabeza, no se pudo hacer nada”.

Faltaba menos de un mes, 22 días, para que Lio cumpliera 10 años. “Faltaba poquito. Eso ocurrió el 13 de agosto y él cumplía el 4 de septiembre. Tiene 10 ahorita”, dice este padre con su voz quebrada. Hace una pausa, toma aliento y recuerda que en su casa dejó a medio usar los guantes de portero que le compró meses antes para jugar fútbol con sus amigos de barrio en la peatonal, a pocos metros de su casa.

Ahí, los chicos improvisaban partidos los fines de semana, cada uno con la camiseta de sus jugadores favoritos. Lionel, cuando no atajaba, simulaba con destreza las ‘gambetas’ de Cristiano Ronaldo o el dribling de Leonel Messi. Pero, desde su ausencia, sus amigos no han vuelto a pelotear, ya no se escucha el balón rebotar ni sus risas al jugar. (I)