Por lo general se recurre a esta expresión cuando tratamos de recuperar un chico de una situación de abandono, de descarrío, de prácticas reñidas con la moral o las buenas costumbres, para transformarlo en personas útiles a la sociedad.

El tratar de “sacar a un chico del barrio” es una tarea loable, digna de aplauso, cuando se la hace adecuadamente y cuando se la hace completa.

Delincuentes jóvenes

Hay una agrupación política que se jactó de incorporar a la sociedad a personas que formaban parte de pandillas, donde sus prácticas no eran de lo más apropiadas para una buena relación con la sociedad.

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Igualmente, se empeñó en incorporar a la vida política a personas con escasa preparación para esa tarea, con la idea de que eso es una revolución: otro intento de “sacar al chico del barrio”.

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Los resultados obtenidos, expandilleros que se sienten orgullosos de pertenecer a sus pandillas aun cuando teóricamente estaban ya incorporados a la sociedad, en puestos de elección popular, que los usaron para, según la justicia, beneficiar a la delincuencia.

Otros miembros del Parlamento, con actuaciones impropias de sus dignidades, algunos de ellos llegando, por contubernios políticos a ser dignidades del Parlamento, y que en sus actuaciones lo único que demuestran es fanatismos e ideas fijas, ni una sola idea propia de un parlamentario que quiera beneficiar al pueblo que lo eligió.

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La tarea de adaptar a los chicos que se sacaron del barrio para visualizarlos y darles la oportunidad, no funcionó, se quedaron mentalmente en el barrio, quedó claro que si no se hace el trabajo apropiado, si no se educa y prepara al chico del barrio para una tarea con las herramientas que necesita para desarrollar esa tarea adecuadamente, el intento será un fracaso.

Hoy lo que vivimos, lo que experimentamos y lo que sufrimos son actividades muy limitadas de personas no preparadas, y con las costumbres y actuaciones que evidencian que nunca salieron del barrio. Es fácil sacar al chico del barrio, pero es difícil sacar al barrio del chico. (O)

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José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito