“Marcar la agenda”. De eso, como si fuera una herejía, acusa el poder a los medios y a los periodistas influyentes. Sobre todo quienes ejercen el poder con dureza y han encontrado en las herramientas tecnológicas comunicacionales la vía para “desmarcarse” y tratar de imponer sus prioridades como si fueran las únicas de la nación, y ¡ay de aquel que se atreva a priorizar algo distinto!

Lo vimos, vivimos, aquí en el Ecuador por más de una década, recientemente. Lo vimos desde el arranque mismo del gobierno de Trump en Estados Unidos, cuando se peleó en vivo con Jorge Ramos y luego anunció que respondería directamente a los ciudadanos a través de Potus, que es la cuenta oficial del presidente norteamericano. Lo vemos con el presidente Bukele, de El Salvador, que ha logrado instaurar su narrativa antiviolencia convirtiendo a los Maras en el enemigo a aniquilar, y la agenda de ese país se tiñó de represión aplaudida.

La gran vacante

Pero parece que los genios del marketing político, luego de un montón de pruebas y errores, están confirmando en México un mecanismo ideal para “marcar agenda”. Allí la sorpresa ha sido mayúscula al despertar recientemente con la noticia de que en un prestigioso ranking su presidente, el casi septuagenario Manuel Andrés López Obrador, hombre histórico de la izquierda, aparece sexto entre los mayores streamers de habla hispana del mundo (creador de contenidos en contacto directo), entre una serie de celebridades centeniales de la galaxia digital.

Los fastidiosos críticos de AMLO

¿Qué da a AMLO (su afamada sigla) tal sorpresiva distinción? Y hay que sumarle un segundo lugar entre los líderes globales que le dio Financial Times en 2021. Y el también segundo lugar, luego de Bukele, que le dio Cid Gallup en su reciente medición de presidentes de Latinoamérica.

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La respuesta estaría en las conferencias “mañaneras”, aquellas que dicta a diario vía internet y que establecen buena parte de la agenda pública mexicana, porque los medios de comunicación profesionales toman de allí lo que se dice y, en muchos casos, sin confrontación. Pero lo que se dice, a criterio de colegas del análisis político, no siempre son noticias, como se esperaría, sino que muchas de sus afirmaciones son propaganda. En lugar de informar, explicar y aclarar si es del caso los asuntos nacionales, por lo general el presidente mexicano enturbia la discusión pública en sus “mañaneras” vía redes sociales.

Hasta agosto del 2022, en sus conferencias de prensa habría dicho 86.917 afirmaciones falsas o engañosas...

Algunos de sus contradictores se atreven incluso a decir que usa el espacio para calumniar y mentir, a diario. Y se han tomado el trabajo de documentarlo en cifras:

Hasta agosto del 2022, en sus conferencias de prensa habría dicho 86.917 afirmaciones falsas o engañosas, de acuerdo con el seguimiento de la empresa Spin, con técnicas conocidas y probadas de chequeo y verificación. O lo que es lo mismo, un promedio de 94 falsedades en cada una de esas conferencias.

AMLO ha encontrado entonces la fórmula de “marcar agenda”. Pero la suya, la propagandística, es el paraíso para el poder. Y los medios, por costumbre, disciplina o temor, sirven de amplificadores de esas verdades oficiales que no aclaran, nublan. No tengo dudas, el modelo será emulado. (O)