Leí la columna de opinión titulada “Si usted quiere ayudar a Ecuador, pare de inhalar cocaína”, publicada por Juan Pablo Spinetto, en el medio Bloomberg, quien sostiene que la violencia en Ecuador está intrínsecamente ligada al boom de consumo de cocaína en los Estados Unidos y en Europa, nuestros principales socios comerciales, con quienes tenemos relaciones de amistad desde hace siglos.

El daño causado al Ecuador, los miles de muertos y heridos, la destrucción de su aparato productivo, la contaminación de todas sus instituciones y la afectación grave a la democracia, entre otros, son consecuencias del desenfrenado uso de cocaína en países del norte, que ha provocado que la producción de este alcaloide en Colombia sea cinco veces mayor que en el tiempo del conocido narco Pablo Escobar Gaviria (en la década de los 80).

Lo que cambió

¡Basta ya! No se pueden solucionar los problemas de esas sociedades permisivas con el consumo de cocaína desde la oferta; pues esa estrategia no ha funcionado durante décadas y no va a funcionar ahora. Se debe enfrentar a este fenómeno desde la demanda, ya que es un asunto de las sociedades de opulencia que pueden pagar el uso de este y otros narcóticos. No se ha comprendido que esas poblaciones están cada vez más incentivadas al uso de narcóticos, como consecuencia de una plétora de razones que no las menciono debido a las limitaciones de espacio de esta columna.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los Estados Unidos y Europa consumen más del 50 % de la cocaína del mundo, lo que representa cerca de 1.200 toneladas de estupefacientes, con un valor aproximado de 1.500 millones de dólares, que no regresan a las selvas del Putumayo, sino que se lavan en la banca internacional y engranan actividades como la prostitución, trata de personas, migración ilegal, minería ilegal, venta de armas, secuestro, extorsiones, corrupción y otros.

En peores plazas hemos toreado

¡No enviar armamento a Ucrania!

A la corrupción se la debe entender como un fenómeno estructural dentro de las sociedades en desarrollo, pero cuando hablamos de la corrupción por narcotráfico, que ha permitido destruir la institucionalización de los países, como demuestra el caso que la Fiscalía ha denominado Metástasis, vemos cómo los alcances de los tentáculos de las mafias y carteles afectan la urdimbre de las sociedades democráticas y las contaminan en todas sus esferas.

¡Vaya amigos!, diría el refrán.

Se calcula que, en el 2019, se producían 1.000 toneladas de cocaína en la región Andina, y que para el 2022 la cifra se duplicó. Hoy se producen cerca de 2.400 toneladas.

Con esa cantidad de estupefacientes, las sociedades desarrolladas están ante un dilema moral profundo: mientras comiendo sano ayudan a las causas nobles de los derechos humanos, de la democracia y de las libertades, consumen cocaína, que mata y causa profundo daño a países como Ecuador. Por favor, dejen de hacerlo, amigos del norte; será la única manera de terminar con este horror que vive Ecuador. (O)