El Ecuador termina un periodo electoral extraordinario, con una de las más grandes tragedias de nuestra vida democrática: el asesinato de un candidato presidencial. A la vez nuestro país no ve salida a una de las más graves crisis de seguridad, con altos índices de pobreza y desempleo.

Al final de esta etapa, al habernos enfrentado a una papeleta en segunda vuelta que generó muchos sinsabores, deberíamos preguntarnos sobre la labor que realiza nuestra clase política, y la que deberían realizar.

Esta última campaña nos muestra un poco el estado de nuestros políticos y la política. Ciudadanos, candidatos, partidos y analistas en manos de los expertos de marketing y comunicación política, quienes deciden qué decir, cómo decir y cómo presentar su producto, pensando en las tendencias marcadas por las redes sociales, para satisfacer los deseos de determinados grupos poblacionales. Así los políticos se terminan convirtiendo en un producto a ser vendido de acuerdo con la tendencia de la semana.

La política es más profunda y nos corresponde a los ciudadanos recobrar su profundidad desde el espacio familiar, las aulas...

Hannah Arendt plantea una pregunta más pertinente que nunca para nuestra coyuntura, ¿cuál es el sentido de la política? En nuestro contexto es necesario dar una respuesta desde nuestra realidad. Arendt señala que para los antiguos este sentido radicaba en la libertad, que contrasta con el contemporáneo que radica en asegurar el progreso material individual. Ambas son fines nobles y deseables. Sin embargo, la riqueza de la respuesta de Arendt está en los argumentos que recorre, pues nos recuerda que la política solo nace allí donde existe comunidad, y que esta no solo es una sumatoria de individuos sino ante todo un proceso en que deciden estar y mantenerse juntos, donde, como dice Pierre Rosanvallon, existe un orden que nos permite una existencia comunitaria, en libertad, asegurando la diferencia entre los ciudadanos. En nuestro estado actual deberíamos preguntarnos ¿qué es lo que nos une a los ecuatorianos?, ¿cuál es y queremos que sea el orden a los que nos sometamos? Estas preguntas no se pueden responder sin valores y principios que nos guíen. No es una pregunta técnica, sino ante todo existencial, casi filosófica.

Es ante las preguntas planteadas iniciales que nuestra clase política, y los dos últimos finalistas de estas elecciones se muestran incompetentes, sobre todo en el último debate, que bien pudo ser una exposición con diapositivas. Ante nuestra actual situación es necesario recordarnos y persuadirnos de los valores que queremos que rijan nuestro orden (comunidad), del porqué estamos juntos y hacia dónde nos quieren llevar, y sobre todo hacia dónde queremos ir.

Si bien las falencias de la administración saliente nos llevan a reducir la política a la técnica administrativa, no nos podemos dedicar a buscar expertos con títulos en management, de lo contrario caemos en manos de los marqueteros. La política es más profunda y nos corresponde a los ciudadanos recobrar su profundidad desde el espacio familiar, las aulas y el espacio público. La política no solo es técnica, es reflexionar sobre nuestra existencia común. (O)