El estado de situación del país se enmarca como una de las peores crisis que ha vivido en la historia a nivel de seguridad. Las bandas criminales que se consideran como delincuencia organizada se han apoderado de algunos de los poderes del Estado, o al menos de una parte representativa de los mismos. Tienen a su favor a funcionarios clave que pueden impartir decisiones, resoluciones y demás atribuciones de poder, en favor de ellos.

Esta realidad permite que la delincuencia organizada tome más fuerza y poder económico, llegando a extremos inclusive como el de tener escuelas de sicarios y espacios destinados para el entrenamiento del personal que formará parte de las bandas delincuenciales. Los niños, los jóvenes y la población no mayor de 20 años que se encuentra en estado de desempleo, pobreza extrema, o con situaciones enmarcadas dentro de desórdenes psicológicos son atraídos por estos. Diversos estudios científicos demuestran que la relación entre la pobreza, los problemas heredados de hogares disfuncionales y la falta de oportunidades conllevan a que las personas entre 10 a 22 años incurran en actividades delictivas en un 90 % al estar afectados por estas variables.

El país vive la ira de unos cuantos miles de personas jóvenes, que siguen órdenes de quienes se lucran de ellos, jefes criminales que no están en el país en muchas ocasiones, pero que desde el exterior dan órdenes e impulsan los sentimientos de desigualdad, odio, entre otros, de muchos jóvenes que cometen los atentados. Es tiempo de combatir el problema como el Gobierno central lo está haciendo, con actividades enmarcadas a disuadir y no permitir que los grupos organizados tomen más poder del que tienen.

Sin embargo, es importante también reforzar la mentalidad de los niños del país, aquellos que asisten a las escuelas y que después las culminan abandonando. Estos niños y jóvenes deben saber que existen otros caminos que los alejan de la violencia, y aunque el país haya tomado un rumbo equivocado, siempre se podrán buscar alternativas para no llegar a formar parte de los grupos delincuenciales. Es importante que la población más joven logre visualizar un cambio de rumbo de las autoridades que tienen a cargo el destino del país, con la inclusión de empleo, disminución de la inequidad social, económica y demás aspectos que alimentan este sentimiento de desigualdad entre los ecuatorianos.

Se debe cortar de raíz el contacto de las personas contaminadas con el resto de la sociedad, para que de esta manera no operen ni dirijan sus grupos, pero en mayor medida para que no influencien a las personas de bien, o a aquellas personas que aún no tienen formada su personalidad y que por sus condiciones de vida se insertan en estas pandillas. Este llamado no es solo a los Gobiernos, sino a las personas, a los empresarios, a los funcionarios, los que a base de un buen ejemplo y desempeño deben empezar a formar una nueva generación, que no tenga como base el resentimiento por la desigualdad e inequidad. Una generación soñadora, con oportunidades y con las herramientas para ser buenos seres humanos. (O)