La expresión del título significa hacer lo que se quiere sin importar cuándo, cómo, dónde o si estuvo o está bien la decisión o acción o conducta.

No está bien actuar a la regalada gana en las relaciones de hogar, tampoco en las laborales, ni en las societarias, ni en los negocios. En lo posible, para lo que puede ser trascendente, debe haber conciencia del porqué, más aún si podrían haber afectados.

Podría ser para la antología del absurdo, lo que conocí de una licencia para un importante negocio, en que la licencia significa como el cerebro y el sistema nervioso, y si se pierde quizás no sería fácil encontrar una similar. La propuesta de contrato tiene más de veinte páginas, con anexos, pudiendo todo ser pura paja cuando se propone incluir una cláusula por la cual el proveedor sin justificar motivo alguno, solo con preaviso de treinta días calendarios, puede terminar el contrato “por propia voluntad y discreción”. Ante lo absurdo de la propuesta, queriendo entender por qué se la formula, la respuesta podría ser “por siaca pasa”. ¿A alguna contraparte local le puede convenir?, claro que sí, de recibir un buen pago, sin importarle otras circunstancias como la estabilidad y la remuneración de los trabajadores. Seguro que en ese caso y otros se propondrán correctivos contractuales, porque no se trata de espantar a la inversión, sino que haya respeto entre las partes, también para los trabajadores y para la real competitividad.

Y es muy grave en decisiones y en la gestión pública.

En columnas anteriores he relatado que los asambleístas pasábamos horas debatiendo y votando en la Asamblea Constituyente de Montecristi (2007 – 2008). Cuando aparecían textos escritos que no siempre era lo discutido y votado, la respuesta era “es el texto que quieren en Quito” –se suponía que en el entorno del presidente Rafael Correa–. Y así fue hasta el texto final del 24 de julio del 2008. Por eso no voté a favor ni en contra de ese supuesto texto constitucional, preferí abstenerme de votar, puntualizando el porqué.

En lo posible, para lo que puede ser trascendente, debe haber conciencia del porqué, más aún si podrían haber afectados.

Lo del voto telemático (para el voto desde el exterior en las elecciones del pasado 20 de agosto) es una vergüenza con sesgos que debe obligar a una inmediata intervención de la Contraloría y la Fiscalía. El servicio se entregó a una compañía extranjera en comandita, Antroproyectos S.C., no sometida a control societario en el Ecuador, que ha hecho consultoría ambiental, sin evidenciar alguna experiencia en sistemas, única “ofertante”, que argumenta información confidencial para no dar explicación. Su representante menciona que tiene siete años de experiencia en consultoría internacional, pero no ha identificado qué consultorías.

La compañía señala: “Todos los ataques al sistema fueron advertidos al personal encargado de seguridad informática (…) fue un ataque tan bien planificado y progresivo dirigido al sistema”. Quizás desde la contratación estuvo todo programado.

Y es de regalada gana repetir las elecciones en el exterior de asambleístas nacionales y de los propios por el extranjero, para afectar a unas fuerzas políticas, quitándoles escaños, y así favorecer a otras. (O)