Una cabeza humana que sale de un retrete, taza de baño o toilet –como usted prefiera llamarlo–, que a la vez reemplaza a un cuerpo humano, es el nuevo protagonista de las aventuras digitales de niños locales que no tienen aún 10 años, pero que ya navegan por redes sociales mejor que sus padres, ni qué decir de sus abuelos. Complementa la historia de aventuras un “destapacaños”. Sí, ese aparato que conocemos desde chicos y del que siempre se nos advirtió alejarnos, por su alto contenido bacterial.

‘Mi hijo durmió 14 horas, pasaba somnoliento y hasta vomitó': niños y jóvenes en Guayaquil afectados por consumir clonazepam para cumplir reto viral en redes sociales

No lo rechazo, tampoco lo aplaudo, pero es lo que hay. Es el signo de los tiempos donde los seres digitales desde el vientre, que a mi gusto son más tecnológicos que los nativos digitales, tienen su propia forma de desenvolverse por ese mundo virtual que copa buena parte, gran parte, de su atención diaria, y al que interrumpirlo podría motivar un incidente familiar o educativo.

Fiscales en Estados Unidos demandan a Meta por dañar “la salud física y mental de los jóvenes”

Pienso en esto mientras me entero de que 33 fiscales de EE. UU. han demandado a Meta, el paraguas que cobija a los quizás más grandes medios de difusión e interacción que hayan existido hasta el momento: Facebook e Instagram. La queja es por los aparentes daños causados en la salud mental de los infantes y adolescentes, acusación que se enfoca en el supuesto engaño al público que la empresa de Mark Zuckerberg habría cometido por no alertar de los riesgos que involucra el uso de las redes sociales a tan corta edad, sin la madurez adecuada. Algo así como no haber puesto “fumar mata” en las cajetillas y provocar una restricción en un mercado que ahora ha sido copado por el vaping, con sus diseños y sabores.

(...) que se apliquen controles de acceso y consumo en redes sociales, antes de que tengamos una sociedad de zombis...

Tema por demás complejo este que se ha presentado en la Corte de California, y que se sustenta en las supuestas funciones adictivas creadas por Meta para enganchar a los más chicos, lo que desembocaría en una “conducta engañosa”. Algo que la corporación acusada rechaza porque, afirma, ya ha introducido más de 30 herramientas tecnológicas para apoyar a las familias de los consumidores infantiles en su afán de experiencias seguras y positivas en línea. Pero… ¿Cómo regular algo que por naturaleza es libre, con absoluta libertad de elección entre sus usuarios, y evitando la muy común ansiedad por lo prohibido?

¿Cómo cuidar a tus hijos de los peligros de las redes sociales?

Más allá de esa acción fiscal coordinada, que sin duda desembocará en una batalla judicial, el despelote (palabra que ha vuelto al protagonismo desde nuestra reciente campaña electoral) en la web está lanzando alertas desde hace mucho. Entre las redes que más usamos los adultos, la libre expresión se ha convertido en libertinaje y agresión; y entre los niños y adolescentes, las propuestas van escalando en agresividad y rebasan ya el punto en que la emulación ha llevado a muertes accidentales y suicidios.

Mark Zuckerberg sabía que Facebook podría crear adicción en niños y adolescentes, pero igual lo ignoró; ahora es demandado

Sea a través del camino judicial, o sea con una explosión de sentido común, es urgente que se apliquen controles de acceso y consumo en redes sociales, antes de que tengamos una sociedad de zombis que irrespeten las más elementales normas de convivencia. La tecnología tiene muchísimos beneficios que mal hacemos en desperdiciar al consumir nuestros megas virtuales y cerebrales en eventos que podrían atrofiar la salud mental. (O)