La naturaleza nos enseña que vivimos en un mundo de ciclos: el ciclo del agua, el ciclo sanguíneo en el ser humano, el ciclo de las estaciones, entre otros. La vida de las personas, organizaciones y países también tienen un comportamiento de ciclos de causa y efecto. Una causa produce un efecto y el efecto refuerza la causa, la cual a su vez fortalece el efecto que la originó, maximizando el impacto en el tiempo, este ciclo se produce sin fin. Los círculos producen en el tiempo un “efecto bola de nieve” en torno al éxito o el fracaso.

La interdependencia entre los hechos de un ciclo genera un crecimiento deseado (circulo virtuoso) o un crecimiento indeseado (circulo vicioso). Así por ejemplo, un evento positivo en una persona, organización y país genera motivación y alta autoestima, la cual a su vez aumenta la productividad y luego influencia en mejores resultados, reforzando la motivación y dando origen a más éxito. Igual pasa al contrario, noticias y eventos negativos de delincuencia y corrupción, por ejemplo, generan desmotivación, desconfianza y baja autoestima, tornándose en un ciclo de fatalismo en el cual se asume que los problemas a los que se enfrenta la sociedad nunca podrán resolverse.

Los círculos viciosos producen degradación y miseria, de ahí que los círculos que verdaderamente interesan son los virtuosos, son los que sirven para lograr prosperidad y crecimiento sostenible. En estos los seres humanos se contagian de pensamientos, actitudes y relaciones que generan consecuencias positivas, producen resultados cada vez mayores. Hay sinnúmero de círculos virtuosos que se podrían activar con fuerza: economía circular, innovación, inclusión social, la educación en valores, la cooperación público-privada, entre otros.

Algo gravitante será el apoyo que los diferentes actores de la sociedad estén dispuestos a brindarle.

Lo que puede frenar un círculo vicioso y hacer que cambien de dirección, e incluso poner a girar un nuevo ciclo virtuoso, son las nuevas mentalidades, ideas frescas, eventos que actúen como detonadores, nuevos proyectos que encaucen, ilusionen y vislumbren un mejor futuro. ¡De eso se trata el liderazgo!

Antes de finalizar este mes de Guayaquil, vale recordar el 9 de Octubre de 1820, evento que rompió los lazos coloniales que existían entre el territorio de la Provincia de Guayaquil y el Imperio español, gatilló la independencia de todo el territorio que hoy es Ecuador. También la construcción del Malecón 2000, hoy emblema turístico de Guayaquil, generó en su momento un círculo virtuoso de motivación e identidad, fue el detonador de un resurgir de la ciudad. Igual pasó cuando nuestra ciudad venció la pandemia, surgió una nueva conciencia, una nueva forma de actuar.

¿Con la elección del empresario guayaquileño Daniel Noboa como presidente del Ecuador estaremos dando inicio a un círculo virtuoso? ¿Será un detonador de buenos resultados? Hay algunos elementos que nos hacen pensar que sí: un liderazgo joven, un estilo no confrontativo y enfocado en lo positivo, nuevas ideas, una mentalidad prosolución práctica de los problemas. Y sobre todo el deseo y la voluntad de todos los ecuatorianos que aspiramos a mejores días. Algo gravitante será el apoyo que los diferentes actores de la sociedad estén dispuestos a brindarle. (O)