El arte de la guerra es el título de un conjunto de tablillas de hace 2.500 años cuyo autor es el general, filósofo y consejero chino Tzu, conocido como Sun (maestro) Tzu.

Es un “método” que recoge principios y pautas de comportamiento para saber manejarse en tiempos conflictivos y en momentos de confrontación. Sus reflexiones van más allá de su propósito original y se han extendido al mundo de la economía, la política, los negocios, incluso en la vida misma. Han sido fundamentales para el éxito de muchos estadistas, empresarios, líderes y comandantes a través de la historia, sentando las bases de la estrategia.

Todos tenemos batallas que enfrentar: el cambio, la transformación, la competencia, la disrupción. Y esas “batallas” siempre se dan en un territorio, en un espacio-tiempo; así, las empresas tienen que ganar la preferencia en los mercados locales e internacionales; los países, atraer a los inversionistas y a los turistas de todo el mundo; las personas, ganar la batalla del cambio contra sus miedos y paradigmas, entre otras.

Las tablillas fueron condensadas, publicadas y traducidas en 1772 por el jesuita francés Joseph-Marie Amiot con el título de El arte militar de los chinos, de ahí su nombre actual.

Ante el decreto de conflicto armado interno en Ecuador y el desafío de ganar la batalla contra los grupos de organizaciones delictivas y de narcotraficantes, vino a mi mente este libro cuyas reflexiones vale tener en cuenta.

(...) un líder victorioso siempre ama su destino y disfruta el camino, no importa cualquiera que este sea.

Para el maestro, la victoria no se debe a la suerte; el punto de partida es la actitud. Un líder victorioso siempre ama su destino y disfruta el camino, no importa cualquiera que este sea. El trabajo del líder es entender, reflexionar y decidir lo que se quiere lograr, hacer y resolver antes de actuar.

Estas son algunas de sus recomendaciones a seguir: conoce a tu adversario y conócete a ti mismo, “si conoces al adversario y te conoces a ti mismo, no temas el resultado”; evita el conflicto innecesario, “la mejor victoria es vencer sin combatir”; aprovecha el factor sorpresa, “ataca por donde no se lo espera”; adapta tu estrategia al terreno, “el buen general debe estar en armonía con el cielo y la tierra”; lidera con sabiduría y autoridad, “el buen general es el sostén del Estado”, es capaz de inspirar confianza, respeto y lealtad; sé prudente y calculador, “no hay mayor desgracia que subestimar las circunstancias”; sé rápido y decisivo, “la rapidez es la esencia de la victoria”; sé flexible y diverso, adapta las decisiones al momento, lugar y circunstancia, “la forma del agua es la forma del terreno”; sé sutil, “la victoria se basa en la astucia”, se gana en los hechos y no en las palabras; sé moral y ético, “cuando las disposiciones son claras, justas y consecuentes, hay una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo”.

Hay empresas que aplican esta sabiduría, planifican para salir victoriosas antes los cambios de los clientes, la competencia y los entornos; y en las escuelas de negocios es un conocimiento esencial. La pregunta clave a responder por todos es: ¿tenemos estrategia? (O)