Cuenca

La familia de Ramón Góngora Salazar siente que en su caso quedó una impunidad parcial, pues si bien el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) cumplió con darle, como víctima, todos los servicios hasta el día de su muerte y hasta pagó una indemnización económica a sus parientes, el médico que le aplicó la anestesia no recibió una sanción.

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El 26 de febrero de 2010 la vida cambió radicalmente para Ramón, un joven esmeraldeño radicado en Cuenca, que trabajaba como guardia de seguridad para mantener su hogar conformado en aquel entonces por un hijo de dos años y una esposa embarazada.

Llegó al hospital José Carrasco Arteaga, del IESS, para someterse a una cirugía de rinoplastia, pero jamás despertó del quirófano.

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Desde ese año y los siguientes siete, nunca abandonó la habitación número ocho del sexto piso de ese sanatorio que se convirtió en su improvisado hogar junto a alguien que nunca lo abandonó: su madre.

Fue ella quien lideró una lucha legal y social de diferentes formas: hizo una huelga de hambre en la puerta del hospital, se encadenó a las puertas, reclamó con monigotes, plantones y demandó al médico que le aplicó la anestesia, pero como con nada conseguía justicia, hizo algo que para la época parecía imposible: demandar al IESS.

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Erick Pazmiño, abogado defensor de Ramón, tuvo que luchar legalmente durante siete años hasta conseguir una sentencia administrativa a su favor porque se demostró que hubo una deficiencia en la prestación del servicio público, en este caso médico, por parte de un Tribunal Contencioso administrativo.

El fallo a su favor consistió en que le otorguen todos los cuidados necesarios, $ 30.000 de indemnización y un salario mensual hasta que falleciera.

Pero antes de esto, las víctimas presentaron una demanda en contra del anestesiólogo, cuyo mal procedimiento se demostró luego de varios peritajes.

Aquello habría causado un daño cerebral irreversible que sufrió Ramón y que lo tuvo en una especie de estado vegetal hasta el día de su fallecimiento.

Lo que legalmente salvó al galeno, según Erick Pazmiño, es que en esa época ni la negligencia médica ni la mala práctica profesional se tipificaban como delito en el Código Penal, y por eso nunca hubo una forma de obligarlo a acudir a las audiencias que jamás se pudieron instalar, pues él no iba.

Es por eso que lo más cercano que legalmente hallaron para buscar justicia fue demandarlo por lesiones inintencionales, pues aunque el profesional no le causó la muerte, su intervención sí habría provocado lesiones a Góngora, lo que derivaba en una pena de entre ocho días y tres meses de prisión, según el abogado de la familia del afectado.

Además de $ 10 a $ 12 de multa y “como la sanción no llegaba al año, ni la Fiscalía ni los jueces podían obligarlo a asistir a la audiencia”, refirió el jurista.

Y aunque han pasado 13 años del suceso, Erick Pazmiño está más que seguro de que al anestesiólogo sí lo hubieran condenado si aparecía para hacerse responsable.

Uno de los pocos momentos en que vieron a este profesional de la medicina fue en la Fiscalía, cuando fue a rendir su versión. “Él estaba consciente de que no fue muy responsable mientras anestesiaba al paciente, se dio cuenta de eso”, comentó Pazmiño.

Ramón Góngora entró caminando al hospital del IESS, pero salió muerto y el día que sacaron el cadáver, Nancy Salazar, su madre, lamentó que el médico que le administró la anestesia no fuera sancionado.

En la actualidad el profesional estaría jubilado. Este Diario buscó al anestesiólogo para tener su versión de lo ocurrido en el caso, pero no fue posible localizarlo.

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“Han sido ocho años de lucha, estar al lado de mi hijo. Luchando él y yo porque así nos tocó. Se comprobó negligencia médica, pero el dinero no es nada para una vida. Él estaba reaccionando”, declaró ese día la mujer antes de subirse al bus para volver a Esmeraldas.

Ramón Góngora murió el 21 de diciembre de 2017, un trombo le taponó el intestino delgado, lo que impidió que los nutrientes pasen al resto de los órganos, según declaró ese día a este Diario Andrés Cadena, entonces gerente general del hospital José Carrasco Arteaga.

Días antes de su muerte, las autoridades del IESS tenían todo listo para trasladarlo a Esmeraldas para que siga monitoreado en su tierra natal, cerca de los suyos. (I)